domingo, diciembre 11, 2011









LA ESTRELLA

Se eriza diciembre y la ventisca
ha dejado su rastro.

Símbolos que acuden cada año
en estas fechas frías.

-Sólo una luz nos cabe en la mirada-

Desde oriente
una estrella nos recuerda
los glaciares caminos,
las míseras llanuras de los desposeídos.

Mis labios
buscan al niño en la ciudad de Judea,
bajo el frío desnudo de algún árbol,
impaciente de flautas y jardines.


UN BESO

Nada abriga tanto como un beso
en este extraño espacio de diciembre.

Como el beso delicioso de la leche,
de la mirra,
como el beso mismo de los labios
volviéndose racimos.

Nada importa tanto si en Belén
el verbo se nos llena de preguntas
y un establo es otro interrogante
y un sonido lejano de panderos se nos filtra
como un tierno arco iris.

Isabel de Rueda

martes, diciembre 06, 2011

NADA ABRIGA TANTO COMO UN BESO


DICIEMBRE




Nada abriga tanto como un beso en este extraño espacio de diciembre

-me decía- inmersa un año más en estas fechas navideñas.

Porque qué es sino un beso este olor a pestiños, a zambombas, a tradiciones, que se cuela una vez más, por los recónditos rincones de las calles, peñas o tabancos de esta hermosa ciudad nuestra.

...Vuelve la estrella y nada es frío,
la leña está en los ojos de estos días bellísimos de invierno...

Sin saber porqué, me vinieron al recuerdo estos versos, mientras, sentada en el bar del Gallo Azul rememoraba secuencias, estampas de otras tantas navidades en que los niños felices e impacientes jugaban con sus padres a montar belenes. Y me veía, siendo una niña con mis trenzas, allá con las ovejas, el serrín, los pollitos junto al pozo, la casa, el castillo de Herodes iluminado...

...El firmamento en los ojos pende como un huerto
de frutos exquisitos...

Sonidos de panderos, viejas coplas, villancicos, algunos profanos, transgresores, aprendidos de padres a hijos me llegaban cantados por un coro de mujeres que de la calle Larga, pasaban jubilosas, a la calle Algarbe.

...Taratan cuando daba la una...y, el humeante olor a churros, el frío y el trasiego de gente, ultimando las compras invitaba a la delectación.

-Unos pestiños y una copa de anís, ¡por favor!, que sea del Mono- ultimé, recordando ese viejo ritual que invita a la clentarse uno solo el estómago.

Mientras, fulgores de otros verso acudían de nuevo a mi memoria.

Isabel de Rueda

miércoles, noviembre 30, 2011

MAN Y SU PARAÍSO PERDIDO

EL AUSENTE I

Mi casa es esta piedra, ¡miradla!
este trozo de alambre o esta concha
que bordea la costa, aquí en Camelle. Poseo
la riqueza del hombre que desnudo
sin ropa se sustenta,
y esta luenga barba y estas ansias
de infinito en las manos.


EL AUSENTE II

Llegar como extranjero a estos azules
nebulosos de brumas, y encontrar
la extensión de mi cuerpo en la chabola,
la extensión de mis dedos
en esta piedra,
o en estas raídas conchas que anidan
mansamente en mi casa.
Abrazarme
a esa sola locura ya emprendida
de avistar
cual lilas las paredes, a ese solo
crepitar el silencio, el fuego, el delirio...
y fornicar
como solo fornican los ausentes.

Isabel de Rueda




Murió de melancolía. Nacido en Dresde, (Alemania) llegó a España en 1961. Los vecinos compraron flores y lloraron su esquelético cuerpo, el ayuntamiento de Camelle pagó su ataúd






Dicen que cada día corría 5 kilómetros y nadaba en las frías aguas de la costa de la Muerte






Cobraba un euro a los que quisieran visitar el estrafalario museo que había creado él mismo.

Le descubrí por casualidad, de esto hace dos veranos. Se trata de la historia de un alemán que estuvo afincado durante 22 años en Camelle, un pequeño y perdido pueblo coruñes situado en plena Costa de la Muerte.


Según me contó la dueña de una taberna cercana este hombre vivía solo -digo vivía-, porque hace ya unos años, en el 2002 que murió.


Vivía pegado al mar y lo hacia en una pequeña chabola de piedra de unos seis metros cuadrados que él mismo construyó con sus propias manos.


Vestía con taparrabos en cualquier estación del año, se alimentaba básicamente de lo que daba el mar y su máxima ilusión fue construir un museo al aire libre con todos aquellos desechos que el mar arrojaba; esqueletos de peces, conchas, alambres, piedras etc. que él iba modelando.


Museo al que dedicaría su vida. Pese a sus excentridades y su carácter solitario fue un hombre muy apreciado en Camelle, desde luego, que reconocido como un artista. Murió trágicamente a los 63 años de edad aquejado de una fuerte nostalgia, llamémosle, depresión. ¿La causa?, tiene que ver con ese desastre ecológico producido en España por el hundimiento en el 2002 de un barco petrolero llamado Prestigge que afectó además de a su museo, a toda la costa de la Muerte.


El museo que con su ingenio y sus manos, poco a poco fue contruyendo, decorando, llenándo de color, de pronto se vio salpicado, inundado por esa marea negra de muerte y destrucción.


Y así, viendo con horror todo su paraíso perdido, dicen que dejó de comer, de medicarse -padecía serios trastornos circulatorios- en fin, dos meses después del suceso lo hallaron muerto. La gente del pueblo dicen que murió de pena.


Esta pdodría ser la historia de un eremita, de un loco, de un romántico, de un artista, vete a saber... ¿Vino a España aquejado de un mal de amores? ¿Sería verdaderamente un hombre muy culto, perteneciente a una familia rica y noble como aseguraban algunos lugareños? ¿Un filósofo asceta? No lo sé. Una historia que no deja a nadie indiferente y que yo en esta ocasión he querido compartirla con vosotros por ser él quien motivara poemario que aún no ha salido a la luz.


Isabel de Rueda

































sábado, noviembre 19, 2011

Virginia Woolf












Virginia Woolf, excelente escritora y defensora a ultranza de los derechos de la mujer. Tras leer, hace como dos veranos, un libro suyo de relatos y su famoso ensayo "Una habitación propia" surgieron casi sin querer estos pequeños poemas.



A Virginia Woolf

EL HUÉSPED


Escaparse

de la sala común y con vigor

despertar al hambre o al desvarío.

Escaparse y saber

que el huésped que te habita es como un soplo

de luces y anaqueles,

un molino

más en estos campos o un nuevo rucio

en este ciclo de creernos eternos. Capitanes

de ínsulas perdidas entre los mapas

que golpean tu pulso. Un solo libro

donde escribir tu nombre.



EL HUÉSPED II

Tener un cuarto propio y pelear

hojeando diarios y novelas y biografías,

hasta llegar aquí,


con los dedos emborronados de tinta

y un hambre de milenio.

Tener un cuarto propio, escribir

los círculos y las sombras de aquel huésped

que vaga por las noches y que golpea

las puertas del poema.

Isabel de Rueda

domingo, septiembre 25, 2011

Ondinas el Espíritu del Agua. Es el nuevo libro de la poeta peruana Navale Quiroz

HORA

Parte el navío a la una
el calendario dice ser un día del año pasado
en mi abrazo dan las dos
se oye el océano completo en tu pecho
unas redes han atrapado tu corazón que marca las tres.

Las orillas me dicen que no hay olas hoy
me aferro más a tu abrazo siendo las cuatro
los botones en la proa se abren con las aguas
y avanzan,
como los pasos que das
cuando no hay puerto
a las cinco avanzas, cruzas,
viajas con el sol,
y te vas dando las seis.





Todo ser viviente procede del agua. Y es en el agua, en su sentido cósmico, donde Navale Quiroz se inspira para construir este poemario. Un poemario que, como si de una hermosa espiral se tratara, se va elevando verso a verso por cada una de sus partes en un heroico intento de llegar al espíritu acuático de las Ondinas.

Porque es, a través del carácter simbólico de este mito atemporal, y es en la idealización de estos seres legendarios, protectores de arroyos, fuentes, lagos..., donde palpita con toda su fuerza esa sed de infinito que subyace en muchos de los poemas de este libro.

El agua como principio y fin, la sed, ese cruzar el río, pero sobre todo ese don de hallazgo, que diría María zambrano al referirse al conocimiento intuitivo, es lo que el lector podrá encontrar en las páginas de este libro.

Escrito en la cadencia de un lenguaje altamente depurado, simbólico, lejos de artificios y hojarascas, Ondinas el Espíritu del Agua nos invita a ahondar por esos recovecos que forman el misterio de nosotros mismos. Bucear en nuestras propias ondas marinas, entrar, como diría el poeta, para luego salir con la mirada cambiada.

Isabel de Rueda

lunes, agosto 29, 2011

GABRIELA MISTRAL -UN PUÑADITO DE AFECTOS-





A Sara Castelar y Benjamín León






Creo en mi corazón, el que yo exprimo
para teñir el lienzo de la vida.
Gabriela Mistral











Soy mujer de un puñadito de afectos. Vivo de los afectos como del aire y la luz confiesa Gabriela Mistral en su diario íntimo.

Dos frases, que hoy me vienen justas, para expresar lo que ha supuesto mi experiencia en las II jornadas de estudios mistralianos que, con tanto amor ha organizado el poeta Benjamín León en Vicuña (Chile)

Porque si tengo que resumir, de alguna forma, este maravilloso encuentro, imposible, sería obviar este apartado del mismo, donde además de hollar en la figura de esta gran mujer y poder saborear los abruptos y maravillosos paisajes de su tierra natal; las montañas del valle, los ríos...además de adentrarme en la vasta maraña de letra impresa, -tintas de río que se ha escrito sobre su obra- escudriñar sus libros, el verso, el poema...

participar en estas II jornadas internacionales de poesía mistraliana en Chile, me ha servido para traerne de Monica, Naavale, de Edith, de Jaime, Sergio y de tantos y tantos otros participantes un trocito de aire.

Un aire fresco, cómplice e irrepetible. Aire con el que abanicarme en las calurosas tardes que anteceden a la siesta en el verano, donde el clima tortuoso del sur nos suele acompañar por unos meses.

Una feliz convivencia donde el Eje era Gabriela, y donde el grupo de poetas andaluces de donde yo formaba parte, asumimos la dicha inmensa de aprender a bailar una cueca con el solo ventrículo derecho, mientras que con el izquierdo, abrigamos el eco mapuche y fuimos al verso, al enramado abrazo allá por Montegrande donde reposan los huesos de la que fuera una poeta de altura.

Porque si algo teníamos claro el grupo de poetas e investigadores, es que la gran Montaña, sobre las montañas, era ella, Gabriela, y nosotros simples, acaso, torpes escaladores, deseosos de saber, de conocer, de surcar el espíritu enigmático de esta extraordinaria mujer que allí nos unía. Perú, México, Uruguay, Argentina, España, además de prestigiosos poetas y estudiosos chilenos, que en torno a tu figura nos concentramos allí por unos días.

Soy paloma y soy fiera. Sé arrullar y rugir seguía anotando Gabriela en su diario íntimo. Un diario donde Lucila Godoy se refleja como en un espejo de mano y se escribe más adentro en las entrañas de su propia condición de mujer.

Estudiándola, leyendo sentencias como ésta, me sorprende la constante paradoja de lo que pudo ser su vida y su obra. Percibí con sorpresa, la capacidad extrema de ternura y rudeza que se daba a un mismo tiempo en su persona. Cualidad o defecto, no lo sé, pero que a mis ojos esa ambivalencia en su persona la hicieron grande, más grande aún si cabe.



Pero lo que más me sorprendió, y para eso sí que era preciso atravesar el Atlántico, cruzar montañas y desplazarse a ese pueblo perdido del valle de Elquis, fue palpar con los cinco sentido el lugar de nacimiento, la pequeña y humilde casa, hoy museo, y comprender cómo una mujer en esa época, en esas condiciones, en ese lugar rústico, casi salvaje, sin una habitación propia, como seguramente diría Virginia Woolf, con la grandiosa y sola fuerza de su voluntad, pudiera más allá de lo imposible, derribar ese fuerte bastión del yo y mi circunstancias, destino que probablemente la tuviera cercada y que ella, admirablemente, supo esquivar con la sola fuerza de su pulso.

Creo en mi corazón, el que yo exprimo / para teñir el lienzo de la vida

dice Gabriela en uno de sus versos. Y es que, repasando mi libro de viaje, donde han quedado grabado fragmentos de emociones, no solo mías, sino de muchos de los asistentes de ete II encuentro con Gabriela, compruebo hasta que punto máximo de la gradación, la fuerza de su espíritu se fue adentrando y la fuimos sintiendo en cada uno de nosotros. Sumada la intuíamos en todos los actos que día a día se iban celebrando en su honor.

Así, sin verla la veíamos, la veía, en cada visita que hicimos a colegios como el del Molle o el de Luscila Godoy, en Vicuñas. La veía en los ojos brillantes de los niños, a los que ella tanto amaba, la veía mirando las estrellas en el Mamayuca, en la Serena o en Coquimbo donde días antes pernoctamos. Elevar sus versos, asi los globos soltados al infinito azul del cielo, así unos mimos de aspecto angelical y candoroso se afanaban en los libros.

Una ristra de manos y un perfil de ternura se filtraba en los muchos deseos de palabra compartida. Yo, al igual que Gabriela confesara en su diario íntimo, Soy mujer de un puñadito de afectos. Vivo de los afectos como del aire y la luz.


Isabel de Rueda








viernes, agosto 26, 2011

II JORNADAS MISTRALIANAS EN VICUÑA -CHILE-




Vicuña. Casa Museo Gabriela Mistral















Rueda de Prensa en La Serena










Grupo de participantes de Argentina, Perú, México, Uruguay, España y Chile en estas II jornadas mistralianas celebradas en el valle de Elquis















































A Gabriela Mistral


LA MAESTRA


Yo tengo una palabra en la garganta

una pizarra

de agua entre mi lengua, la demencia
de un sueño tengo entre mis labios.

Estaciones de un Valle prendidos en un fonema

y un poema

que baja por mi sangre.

Por mi loco aliento, sé que está la marca

las señales de todo lo vivido,

a veces

el anden del miedo está en mi boca...

Y, como locas muchachas enroscadas

en el tracto inicial de la inconsciencia,

tengo la palabra pastando,

un arroyo perdido en un lagar

donde fluyen los niños.


Isabel de Rueda