miércoles, octubre 10, 2012

Presentación en Jerez del libro A propósito del espejismo


 

 


Una suerte sentirme tan bien arropada por la familia, los amigos y las personas que realmente quiero...

Gracias, JM, Mari Carmen, Celia, Mariela, Cristián, Álvaro... a todos los amigos que vinieron, algunos de bien lejos, e hicieron posible y visible la magia de este día.


Aquí os dejo las emotivas y cariñosas palabras de presentación escritas por el poeta Álvaro Quintero  



 A PROPÓSITO DEL ESPEJISMO

Yo, como lector agradecido y como alumno por el tiempo vitalicio del asombro, he de confesar esta noche la alegría que supone para mí compartir estas palabras con vosotros. Lo único que pretendo en esta confesión es regresar a la alegría que me produjo adentrarme a las habitaciones del libro de Isabel, cuartos A propósito del espejismo, que son hermosos espejos cóncavos y convexos donde el hombre y sus maneras son delicadamente atrapados en los pasillos donde la metáfora orea y salmodia ciertos umbrales donde la palabra asiste a nuestra más grande caídas en el tiempo, a las más delicadas ascensiones en el territorio de la poesía.

Conmueve comprobar que el acto de la presentación del poemario A propósito del espejismo de Isabel de Rueda, no es solamente un acontecimiento para la autora, una revelación para los aquí presentes y una lectura de culto para los futuros lectores de la obra.

Aquí hay algo más que la celebración de un excelente libro y me tomo la licencia de apresurar un contenido inicialmente ajeno para muchos de vosotros. Contenido que tiene que ver directamente con la autora, su familia y la de los amigos íntimos que esta noche la acompañan. Ella, Isabel de Rueda, creyó conveniente que en la presentación de su poemario debería estar acompañada de las personas que de alguna manera son cómplices no solamente de su quehacer literario, sino que estuvieran tocados finalmente por una sensibilidad común: La música de la amistad y la intuición poética como una forma de conocimiento. Muchos de los amigos y familiares de Isabel, de antemano saben que hago directa alusión a Mariela y Cristián, amigos que no solamente han enriquecido su universo personal, sino,-he ahí la fortuna de ella, que también es la nuestra-, nos han recordado que somos "hijos del mismo cielo, de la colina, del principito, hermanos de la luna y el padre sol" y de un tiempo acá marqueses de un singular condado: el Río Viejo. Reino o ínsula de las letras, éste último entresacado de un común asombro: el de levantar a pesar de la guasa de Platón y de la filosofía, una república donde poesía y filosofía presidan el estado de ánimo de los ciudadanos.

Este comentario no está sacado de la chistera del escudero oficial del condado, es una prolongación, así lo creo yo, de una preocupación cara a la poesía de Isabel, a su continua búsqueda de la razón poética, método éste último que bellamente enunciara María Zambrano es su libro Filosofía y poesía razón- poética, creo recordar, se construye como el método adecuado para la consecución del fin propuesto: la creación de la persona. Ambos temas abordados con amplitud, aglutinan como adyacentes todas las demás cuestiones tratadas. Así, la creación de la persona se relaciona estrechamente con el tema de lo divino, con el de la historia y con la fenomenología de los sueños, y la razón-poética con la relación entre filosofía y poesía o con la insuficiencia del racionalismo. Así es que no es gratuito invocar en una nota ligera la importancia que tiene para la autora la presencia de estos amigos, como de los amigos que han dejado una impronta en este libro de autores y personajes que habitan a lo largo de la obra, donde Isabel con la mansedumbre de la luz y la lucidez esquiva de la sombra, invoca a Pablo Neruda, Carlos Marzal, Alejandra Pizarnik, Man de Camelle, Van Goht, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Vicente Aleixandre, Fernando Pessoa.

Semanas previas a esta presentación tuve la fortuna de compartir con Isabel una preocupación que siempre la asiste cada vez que sale a colación, la palabra poesía. En esa ocasión como en casi todas tuvimos que rendirnos a la noble evidencia de que no podemos definir la poesía, sino a partir de lo que ella no pretende y seguramente no es, ni será, de su camino y recodos hermosamente injustos, y paradójicamente ambiguos. La poesía -nos aventuramos a declarar en esa ocasión- es ese dejar correr el tiempo de la razón en la sinrazón de un reloj de sombra. Es un eterno balbucir, como bellamente lo expresara San Juan de la Cruz, en boca de la esposa cuando pregunta por el esposo en un hermoso pasaje de su Cántico Espiritual. La poesía es, comentábamos en su momento, un balbucir, un continuo tartamudeo, pa poesía no hace más que responder como puede con "admiración y extrañeza", balbuciendo. Y el libro A propósito del espejismo, es un hermoso balbucir y un decir diciendo...

Desde esa noble imposibilidad levanta Isabel unos conmovedores poemas que visitan el libro como exigentes invitados, algunos de ellos como sibaritas de la sensibilidad exigen "tener un cuarto propio, escribir los círculos y las sombras de aquel huésped que vaga por las noches y que golpea la puerta del poema".

Un huésped grato y caro a la historia de la sensibilidad y cuya visita es asumida como una revelación en una morada del libro de Isabel, el la locura, dama extraordinariamente locuaz y perfectamente audible en la obra.

Toda risa dibujada en el mapa del rostro humano -escucho que dicta Isabel a medida que avanzo y retrocedo, callo y medito, cuando el libro avanza cae y medita junto a la hoguera donde los huéspedes más aventajados orean la piedra de la locura- toda risa dibujada  en el mapa del rostro que he visitado es saludablemente sospechosa para el teólogo del alma que intuye en la comisura del labio la profanación de un axioma, la determinación final que se ha buceado en los corredores de la nada.

Todo sintagma incongruente que exhibe la impudicia alcanzada en el poemario A propósito del espejismo revela la señal inmaculada del ser que se ha aventurado por los intrincados caminos del absurdo: espejo lascivo que sin piedad, ni moral alguna, delata nuestros más íntimos afanes de esconder la ceniza siempre alerta en la geografía de la burla y en la cartografía de la palabra que nos delata.

Para ingresar en los dominios de la sinrazón de la razón poética, que propone Isabel, al césped inmaculado de la aridez fecunda, para cultivar el clamor en la sombra esquiva de los insomnios, para insultar con solvencia desde la cátedra de los variables humores de las horas frías del verano, para rendir homenaje a la convalecencia de las palabras y atravesar el palacio de justicia donde la balanza se inclina según el humor del día, para el que desee capturar la tranquilidad del anacoreta que riega los pasillos del palacio con la bruma de los días en flor, y ascienda sin dificultad peldaño abajo y escale la duda del peldaño incierto de la sensata duda, Isabel exige que paguemos el impuesto con las muecas del rostro y las mudanzas del alma.

Para terminar aspiro que el Ausente que habita en nuestros corredores más íntimos apoyado en el Báculo de la metáfora reciba por el ojo de la Ventana el suburbio de voces y la algarabía de sombras que esta noche nos saludan con la mueca grata de los que asisten a A propósito del espejismo de Isabel de Rueda.



 Mariela González acompañada al chelo por Cristián Martinez Fragnaud
  Alvaro Quintero