jueves, abril 20, 2006

Prólogo Voces del Chamamé 2004



Remite el crudo invierno y el viento
del oeste trae a la primavera entre su brisa
(Horacio, libro 1,oda 4)


Una voz, la voz de Rosina al teléfono, ha escanciado el recuerdo de otra primavera horaciana donde esta vez era yo, quien vestida acaso de corola, recogía mi premio en estas tierras norteñas.
Mientras pienso en esto y de paso divago en cómo y de qué forma tendría que empezar este prólogo, me viene a correlación otro recuerdo, y pienso en el Borges Oral cuando habla del libro como el mejor y más maravilloso instrumento que el hombre haya podido inventar: el teléfono es extensión de la voz, el arado y la espada son extensiones del brazo, pero el libro, nos dice Borges, es extensión de la memoria y la imaginación.
Es bello imaginar y desde aquí poder percibir tan cerca la remota presencia, el sonido en ciernes de unas letras tentadas por un mismo sueño. Es bello pensar en el libro y con él la poesía ...la poesía convocando el festín de la palabra... el libro, ...lanceador de molinos y aspas de gigantes...
Y saber, como todos sabemos, que el primer verso es de los dioses, el primer beso, el primer libro diría yo.
Y luego es el trabajo del artesano elaborando pasteles, edificando casas, medelando vasijas. Y de ese modo José Ángel Valente lo manifiesta:

A usted le doy una flor,
si me permite
un gato y un micrófono,
un destornillador totalmente en desuso,
una ventana alegre.
Agítelos.
Haga un poema
o cualquier otra cosa.

Sí, agítelos, mézclelos, haga un poema, pero siempre que un ...murmullo de cien tréboles caídos te regale silencio... su alma en cada hilo... en cada sílaba, en cada letra.

Hilos de palabras, de ideas que se enredan caprichosamente en el entresijo de un verso. Porque la poesía, lo saben los poetas, es ese quedar suspenso entre la Realidad y el Deseo, es ese joven marino que no muere porque es la primavera misma.
La primavera y el poema que surqe de ...una voz antigua, imponderable, arrastrada por ese viento del oeste que nació en ti.
No existe todavía pero se está gestando; el universo Macondo o de Santa María, una vez más así lo quiere.
Es emocionante, estar tan lejos y sentir el río, las palabras, las letras, los libros que imagino perfectamente alineados, como un ejército aguerrido de hombres mansos esperando el momento.
Y pienso en Borges, viejo, silencioso entre los libros que nunca ardieron, sospechosamente flaco, como un quijote inventando la vida. Y pienso en este prólogo que no sé cómo, ni de qué forma, y en otros Borges o Alonsos que no envejecen porque sueñan.
Es tarde, y pienso en fin en nada. Pues todo lo que pienso es en esa cíclica manía de no morir si no es morir entre los libros

Isabel de Rueda

No hay comentarios: