sábado, abril 14, 2018

Poema a Chaouen "Al-Andalus"

Preparando mi próximo viaje a un lugar tan bello y plácido como es la ciudad de Chaouen, me viene el recuerdo de  otra visita - hace nueve o diez años- que hicimos al mismo lugar, mi compañero de vida  y yo  junto a un grupo de poetas y amigos y de donde inesperadamente  surgió este poema que hoy me apetece compartir.


             A Chaouen


AL-ANDALUS

Una sombra de voces azuladas,
un tapiz de fragancias,
de olores se cruzaban
                                   en el zoco.
La noche se afincaba y nuestros cuerpos
buscaban el caftán en los sonidos
desnudos de los gatos.

Un diván de palabras,
de abrazos y callejas, una gacela
de amor entre los arcos, era Chaouen
en ese oír de lejos la llamada.

Los dos cuernos
en forma de montaña era la estrofa
asida de una estrella,
el silencio de un monje o un ermitaño.

Todo el frío paciente no bastaba
y abrazados
cruzábamos la plaza con la menta
solícita de un té que nos cubriera
la vertiente cansada.

El Rif nos seducía,
agotaba el abismo de todo lo perplejo,
y la lluvia
en ese bereber de hilos y trasiego
se escurría
por los sueños de Al-Andalus.
Entretejía
con su arácnida lana la memoria.

Una omeya emoción entonces
sacudía mi frente recordando
la figura esculpida
de Averroes o Maimónides,
la Escuela traductora de Toledo,
el medievo
y aquella cúspide de paz y lejanía.

Era el té la suerte de aquel frío
y los amigos,
la seda de las colchas,
aquellos tonos azafranados de la tierra.

Compartimos mesa; los tajines,
la oferta laberíntica,
el roce, a veces, de una nube.

Y comimos el pan del desafío,
la belleza desnuda
en los versos de Uriel filosofando.

Y me quedo con eso, El caos
prendiéndose en nosotros,
la tormenta humana de avatares
ton sólo es el reverso de esa
misma moneda que el viajero
ha de masticar como un tabaco añejo.

Por encima,
la luz de aquel añil, la sola
reflexión de sabernos
más pequeños en ese intento
de brazos estirados.

                     Isabel de Rueda

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