martes, mayo 01, 2018

AZUL

 

Hoy que me siento más Azul que nunca, me apetece recuperar este texto que salió publicado por primera vez en la Revista Digital "El Síndrome Felino" en el 2008

 

AZUL

Cuando miro el reflejo azul del cielo o del mar, que viene a ser casi lo mismo, cuando ese sólo color me yergue con su luz y siento que me rapta, pienso en primer lugar, en los ojos de  mi madre como un iris que me absorbe en un hipérbole recuerdo de canciones, una bóveda de ritos, de orales y principescos cuentos donde llueve mi infancia.

Azul de cielo, azul de mar, azul de ojos inmensos y maternales...Pero además, evocar el azul con toda su amplia gama de colores,  matices, formas y tonalidades, me lleva casi sin querer, a otras galerías que diría don Antonio Machado y es así que me sumerjo en no sé qué utópico sueño de ideas extrañas y panteístas, donde sonidos de violines se funden en ese ciclo constante de estaciones, en esa mística ilusión de traspasar el tiempo.

Porque el azul lo que en realidad me evoca, no es más que la maravillosa y extraordinaria idea de la trascendencia.

No es de extrañar que un escritor de la talla de Victor Hugo dijera aquello de I´art c´est l´azur -el arte es azul- hermosa reflexión que se sabe, inspiró el título de ese primer libro que escribiera el genial y entonces joven poeta nicaragüense; Rubén Darío.

Pero es más, cuando pienso en Homero como ese errante poeta ciego, ese aedo inmortal, capaz de conmover con sus bellos cantos a infinitas generaciones, cuando pienso en esa larga, maravillosa y oceánica travesía que supone entrar dentro de cada uno de esos libros: La Odisea y la Iliada, un color, un sólo color subyace, se extrae de esas playas e islas maravillosas donde el cielo refulge en ese escenario donde ninfas, dioses y héroes se desenvuelven, luchan y aman.

Porque el azul es el color del ensueño, dice Ovidio, y el ensueño, pienso -no la idea de Dios, que forma parte de ese ensueño- es lo que hace al hombre trascendente.

Y en este sentir la trascendencia a través del ensueño no puedo más que pensar en un ser libresco, andante y caballero, universal y español que nos enseña a no vencernos en el primer asalto.


 Así la vida me muestre su reverso y una fronda de nubes se empecinen, me tomen en su tormenta y me circundan, así sea el dolor, el miedo y no vea a mi alrededor más que gigantes...Gigantes a los que, pienso, sería capaz de derrotar, siempre que encuentre una ventana, la abra y el azul del cielo y el azul del mar, que viene a ser casi lo mismo, aparezca con su sólo fulgor y me ilumine y me manche y me llene de azul como esas casas lejanas en la montaña, como esa bóveda de hipérboles recuerdos, como ese iris absoluto de madre.

                  Isabel de Rueda

No hay comentarios: